NEUQUEN IDA Y VUELTA



  
Viaje de Ida

Hay sólo tres locuras que un hombre puede hacer en su vida: casarse, bajarse del colectivo para seguir a una chica que le gusta y tomarse un avión hasta Neuquén para ver la presentación de un libro, en el mes más frío del año.

Yo ya había hecho las dos primeras, y estaba decidido a completar la trilogía: Jano (sin Apellido) estrenaba Horriblemente Pop, su último libro de poesía (último porque es el más nuevo, y porque ya no escribe poesía) así que me levanté a las cinco de la mañana, me fui al aeroparque y me subí por primera vez a un avión con todas las expectativas que pueden caber en el cuerpo de un hombre dominado por la ansiedad.

Semidormido, en el asiento del taxi, pensaba: es una vergüenza que a esto le llamemos viajar: salimos de nuestras casas calefaccionadas, con nuestras camperas de gore-tex y las medias térmicas, nos subimos a un taxi con calefacción que nos deja en un aeropuerto con ambiente climatizado y luego a un avión con veinticuatro grados de temperatura constante. James Cook se caería al mar de la risa.

La azafata me sonrió. Hacía lo mismo con todos pero no me importó, me hizo sentir bien. Cuando se estiró para acomodar una valija, me mostró el piercing en el ombligo. Yo pensé que era una especie de insinuación, pero más tarde me aclaró que había sido una circunstancia exclusivamente profesional.

-¿De que trabajás?
-Realizo contenidos audiovisuales para los aviones.
-Ah, ¿vos compaginás los bloopers y los fragmentos
de deportes extremos que pasan por las pantallitas?
-Si, exacto. Es tan interesante como afilar escarbadientes,
pero se gana buena guita.

Uno podría vivir arriba de un avión: siempre hay sol, el clima es estable, hay bebidas, alfajores, revistas y música.
Casi nada es de nuestro agrado, pero se supone que eso es lo que le gusta a la mayoría de la gente.
En los aviones nadie escucha cumbia por el altavoz del celular y ningún perro ladra, el capitán habla en castellano y en inglés y todos obedecen.
Eso es lo más llamativo, como si el aire y la altura impusieran un respeto que se pierde al llegar a tierra.

Desconectado en Neuquén

Sin proponérmelo, pasé cinco días en Neuquén sin Internet. Y sobreviví. Está comprobado: se puede vivir sin Facebook.

Tierra de mapuches y reino de las morochas, Neuquén es Zapala y Cutral Có, cuna de viento donde nacieron los piquetes; es Carlos Fuentealba, Jaime De Nevares, fracking, paranoia de gripe A y cementerio de dinosaurios.

En Neuquén la poesía es dueña de las paredes, pero las calles son de los nuevos ricos del petróleo, que atropellan con su arrogancia todo lo que se les ponga por delante.

La cultura oficial se refugia en el Casino, y en el Museo Nacional de Bellas Artes, un espantoso edificio sin ventanas que se yergue comoun ovni en el medio del parque central de la ciudad.

Pero la verdadera vida cultural de Neuquén se cocina en el under. El Teatro del Viento, La Conrado, Brisa, El Arrimadero, Histrión y Arpillera hierven toda la semana con propuestas para todos los gustos.


Horriblemente Pop

Ese viernes parecía que todo Neuquén estaba en Media De Luna, el centro cultural de la calle Sarmiento.
Amigos, amigos de amigos y desconocidos de Jano olvidaban sus diferencias y llenaban los salones con sus copas de vino en la mano. Sasha, la muchacha punk de mis sueños, me convidaba nachos con crema de hongos.

Nada hay más aburrido que escuchar a un escritor sentado frente a una mesita leyendo su libro, y firmando ejemplares a la salida.
Jano esquivó inteligentemente el bochorno y armó un espectáculo donde todo encajó a la perfección.

La presentación de Horriblemente Pop arrancó con una performance a cargo de Yoko Joy, Eu’genio y Vivi Gourmet que, iluminados sólo con linternas, leyeron fragmentos del libro en una sala a oscuras, mezclados entre el público.
Una original, dinámica y divertida manera de dar a conocer la poesía de Jano, imaginada en conjunto entre el autor y los performers.

Luego pasaron las Monas De Seda, un grupo vocal integrado por tres chicas que cantan -y cuentan- hermosas canciones. 

Poco después Astronauta se hizo cargo del escenario y desplegó toda la magia de su voz y su guitarra durante casi una hora, hechizando los oídos de todos con sus canciones.

Cuando anunció el último tema nadie le creyó, ni siquiera eran las doce, la noche no podía terminar ahí.

Entonces, cuando ya parecía que había faltado a la cita, llegó la figura más emblemática de la música neuquina, Ricardo Sueldo, el Bicho Bolita, invitado especialmente por Jano para la ocasión.

Astronauta siguió tocando, el micrófono se democratizó, y todos pasaron a leer fragmentos de Horriblemente Pop, de El Niño Bobo (la novela de Jano publicada el año pasado) y hasta algunas historias de Juan Silencio, que venía desde lejos y se había colado en la fiesta.

Mi muchacha punk bailaba y Jano leía


Solo:
Solamente putrefacto,
No de tanta soledad,
Simplemente de volver a creer
en la compañía.

Un olor dulce me llevó hasta el patio y me entretuve conversando con el Surdo, que hace música electrónica, y con Pablo de Kuruf, la editorial que le imprimió los libros a Jano.

Cuando volví a entrar, el Bicho improvisaba en el micrófono mientras Erika, en el piso, bailaba poseída una coreografía tan sensual como hipnótica.

Aprovechando una distracción del Astronauta, el Bicho le zarpó la guitarra y arremetió con sus temas. Yo estaba extasiado: la noche neuquina superaba todas mis expectativas.


El Bicho Bolita

Si yo fuera periodista podría haberle hecho una entrevista, pero como sólo soy un autodidacta de la crónica foránea lo mejor que pude hacer fue invitarlo a tomar un vino y charlar un rato.

Nunca hubiera podido sacar un grabador, un teléfono o una libreta frente al Bicho Bolita -jugar al reportero- simplemente porque él me trató como un amigo desde el mismo momento de conocernos.

Ricardo llegó, se sentó en la mesa que ya compartíamos con Jano y el Pelado y se largó a hablar, demostrando que el sobrenombre le quedó viejo, que ya no es ese pibe que se metía pa’ dentro como los bicho bolita, sino un cordial interlocutor.

Nos habló de sus novias, de cómo se fue a La Plata a estudiar diseño gráfico a los diecisiete años, de cómo empezó con la música y terminó colgado en una historia lisérgica que lo devolvió a Neuquén y a nueve meses de internación en un psiquiátrico.

Nos contó que sus primeros discos no le gustan, excepto Disco de Pasta, “que está bien grabado”; abrió el cd de Paris Gatitos y nos detalló quien hizo cada dibujo y quien sacó cada foto con una paciencia y una pasión que habría que inventar una nueva palabra que las incluya a las dos.

Nos dijo que está aprendiendo una técnica vocal para poder cantar bien, que todavía le falta un año más para estar al cien por cien, y que ahora nomás se mete a grabar un disco con canciones en formato acústico, sólo él y su criolla, canciones que no encajan en la banda.

Es un compositor inagotable Ricardo, este año va a editar un disco nuevo con Paris Gatitos, y en Noviembre viaja a tocar en Buenos Aires en el Festipulenta, invitado por alguien que no conoce pero le paga los pasajes.

También nos contó que lleva grabados más de cien cassettes a pedido; a algunos les graba canciones de todas sus épocas, a otros que ya lo conocen, canciones nuevas. A todos les canta un feliz cumpleaños personalizado.

Me pregunta qué hago. Le digo que escribo, y que trabajo para una revista, que le voy a hacer la única pregunta de periodista que se me ocurre, y se ríe, me mira curioso.

-¿Te gustaría ser más conocido, tener éxito?

Y él con toda humildad me contesta que no, que ya está hecho, que logró mucho más reconocimiento del que hubiera podido esperar, que lo único que quisiera sería vivir de la música, y se le encienden los ojos…

-Si pudiera vivir de esto,.. ¿sabés? Eso si estaría bueno…


Viaje de Vuelta

En Neuquén todas las noches terminan con una guitarra. El Bicho pide una prestada en el bar y canta una canción de Gabo Ferro:

Esa ideita moderna de que se “hace” el amor
Ese verbo de segunda es lengua de explotador

-Estoy copado con ese tema, por ahí lo voy a grabar en el disco, y también un tema inédito de Palo Pandolfo que se llama Milonguita.

Mas tarde, afuera, la luna me despidió de Neuquén con una sonrisa, mientras bailábamos cumbia con mi muchacha punk en el Gato Negro, el anfiteatro del parque central que la municipalidad tapó dos veces para hacer un estacionamiento y los vecinos se encargaron de desenterrar.

Si no aplauden ellos se lo agradecerán

La voz de Jano resonaba horriblemente pop en mi cabeza. Sentí unos golpecitos en el hombro.

-Señor, ya llegamos a Buenos Aires.

Estiré los brazos, levanté la mochila y bajé del avión tan feliz que ni siquiera me importó que la azafata me hubiera dicho señor.


Walter Moore
Julio 2013
 

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