El barco de locos era una cosa -coño, nunca supe muy bien como llamarlo!-. No era una revista, era más bien un funzine, una "publicación independiente y autogestionada" donde entraba aparentemente cualquier cosa. Pero eso no es cierto.
Todo lo que publiqué alguna vez en el Barco De Locos pasó por un estricto control de calidad, o más bien, por la estricta elección de algún destino, el amigo que hace tan bien las cosas.
No era la idea copiar allí textos de autores consagrados -o no tanto-, aunque lo hicimos.
Tampoco era la idea volcar ahí nuestros poemas e ideas, aunque eso también lo hicimos.
Tampoco era la idea volcar ahí nuestros poemas e ideas, aunque eso también lo hicimos.
No era la idea reflejar la realidad, pero también...
Fueron sólo diez números, pero las satisfacciones todavía las sigo contando.
Gracias al Barco conocimos, por ejemplo, a Carlos Patiño, y a Hamlet Lima Quintana.
Gracias al Barco hablamos por radio, y leímos en público.
Al Barco subimos y bajamos muchos, algunos locos, otros no tanto, otros ni un poco...
Pero... carajo! visto así, esto parece una maldita necrológica!
Vivimos una época de nostalgias: la gente busca a sus compañeros de primaria en Facebook, los canales de música repiten todos esos asquerosos videos de los 80 que siempre odiamos, volvieron las pony y las flecha y hasta hay una nueva versión de Beverly Hills 90210.
Esta edición digital del Barco De Locos no pretende subirse a esta famélica moda. Ahí están las ediciones originales escaneadas, para los que no pudieron verlas antes.Para los demás , sólo nos queda mirar hacia adelante, reflejar este momento, que es tan distinto y la vez tan parecido a todos los momentos.
El Barco De Locos volvió a zarpar con destino incierto. Porque somos naúfragos, marineros extraviados en busca de magia. Piratas sin puerto disfrutando del viaje.
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